Marc Bloch, en su Introducción a la historia, concluye el agudo capítulo sobre la crítica histórica con las siguientes palabras, cargadas de emotividad pero no por ello menos certeras:
"En nuestra época, más que nunca expuesta a las toxinas de la mentira y de los falsos rumores, es vergonzoso que el método crítico no figure ni en el más pequeño rincón de los programas de enseñanza, pues no ha dejado de ser sino el humilde auxiliar de algunos trabajos de laboratorio. Sin embargo, ve abrirse ante él, de aquí en adelante, horizontes mucho más vastos y la historia tiene el derecho de contar entre sus glorias más seguras el haber abierto así a los hombres, gracias a la elaboración de la técnica de la crítica del testimonio, una nueva ruta hacia la verdad y, por ende, hacia la justicia." (pág. 107)
En mi opinión las anteriores consideraciones tocan el quid de la importancia de la historia para el ciudadano común: agudizarle su visión sobre las realidades del mundo contemporáneo y poder actuar en consecuencia. Estoy de acuerdo con Georges Duby cuando, en su libro Diálogo sobre la historia, anota como una de las utilidades de la historia el de contribuir en forma importante a la formación y educación del ciudadano: éste puede servirse de ella para afinar su sentido de la crítica de la información. (pág. 160)
En su conclusión Bloch deja entrever, en forma tácita, su convicción personal acerca del derecho que todos tenemos a la verdad: lo contrario resulta "vergonzoso". Desafortunadamente, en plena era de la informática tiene aún vigencia, guardadas las proporciones, la sarcástica frase citada por este historiador: "Prevalecía la opinión de que todo podía ser verdad menos lo que se permitía imprimir." Paradójicamente, hoy quizá más que nunca, estamos lejos de experimentar la transparencia informativa: el derecho a tomar parte en la toma de decisiones, previo acceso a una pluralidad de informaciones. El computador personal convierte en innecesarias y anacrónicas algunos niveles de representación política, dado que posibilita la consulta en el hogar acerca de las opiniones personales en torno a ciertos problemas.
Como queda dicho, la ciencia histórica representa un valioso auxiliar en el empeño de cada uno de depurar la información que recibimos, sin importar cuáles sean los canales de transmisión y las fuentes de la misma. En primer lugar, el conocimiento riguroso del pasado -concretamente de un periodo determinado espacial y temporalmente- evitará en mejor forma el caer en posturas simplistas, esquemáticas o maniqueas sobre realidades actuales. En esto se debe ser consecuente: no se puede pensar que la sociedad y su historia es compleja en el pasado, pero al tiempo mitificar fenómenos modernos. Es quizá el caso de algunos analistas que al referirse al desarrollo experimentado por Japón destacan lo económico olvidándose del plano social. Otros limitan las razones del éxito japonés a sus peculiaridades culturales e idiosincracia, etc.
Otro elemento fundamental es el método crítico en historia, cuyos orígenes se remontan al siglo XVII cuando Mabillon publica su célebre De re diplomatica. De este método crítico no nos interesa, para efectos de la crítica de la información, la llamada crítica externa o de autenticidad, la cual tiene que ver con la fecha y lugar de origen del documento; por el contrario, la crítica interna o de fiabilidad es un valioso auxiliar. Como su nombre lo indica ella se ocupa de determinar el grado de fiabilidad del informante. Esto se logra a través del conocimiento que requerimos tener del informante, en cuanto a los objetivos que persigue al transmitir la información (y que están en relación con el destinatario de la misma), y los medios de adquisición y transmisión de los datos de que dispone. Tal vez pudo tener acceso a algunos medios, pero no los usa por alguna razón. También hay que considerar el bagaje (conocimientos) del informante, y la posición social (política, de clase, etc.):
"La posición social del informante, y especialmente su status de clase, determina en gran medida su sistema de valores (aunque sus experiencias individuales y emocionales juegan un papel considerable), que a su vez está detrás de los objetivos que le guían en su comportamiento informativo." (Topolsky, pág. 345)
En el caso específico de determinar la fiabilidad de determinado periódico, sería ingenuo centrarse en la información sobre el editor olvidando la referente a quién o qué (partido político, grupo social, etc.) patrocina su publicación.
Evidentemente es harto difícil, merced a la precaria información recibida y la creciente complejidad de los procesos sociales, estar al tanto con mediana objetividad de los hechos que van sucediéndose, pero al menos la historia nos enseña a dudar críticamente de lo que leamos, veamos o escuchemos. De esta forma la historia contribuye a la formación de ciudadanos de juicios más libres y menos atrapados en las redes de las ideologías.
"En nuestra época, más que nunca expuesta a las toxinas de la mentira y de los falsos rumores, es vergonzoso que el método crítico no figure ni en el más pequeño rincón de los programas de enseñanza, pues no ha dejado de ser sino el humilde auxiliar de algunos trabajos de laboratorio. Sin embargo, ve abrirse ante él, de aquí en adelante, horizontes mucho más vastos y la historia tiene el derecho de contar entre sus glorias más seguras el haber abierto así a los hombres, gracias a la elaboración de la técnica de la crítica del testimonio, una nueva ruta hacia la verdad y, por ende, hacia la justicia." (pág. 107)
En mi opinión las anteriores consideraciones tocan el quid de la importancia de la historia para el ciudadano común: agudizarle su visión sobre las realidades del mundo contemporáneo y poder actuar en consecuencia. Estoy de acuerdo con Georges Duby cuando, en su libro Diálogo sobre la historia, anota como una de las utilidades de la historia el de contribuir en forma importante a la formación y educación del ciudadano: éste puede servirse de ella para afinar su sentido de la crítica de la información. (pág. 160)
En su conclusión Bloch deja entrever, en forma tácita, su convicción personal acerca del derecho que todos tenemos a la verdad: lo contrario resulta "vergonzoso". Desafortunadamente, en plena era de la informática tiene aún vigencia, guardadas las proporciones, la sarcástica frase citada por este historiador: "Prevalecía la opinión de que todo podía ser verdad menos lo que se permitía imprimir." Paradójicamente, hoy quizá más que nunca, estamos lejos de experimentar la transparencia informativa: el derecho a tomar parte en la toma de decisiones, previo acceso a una pluralidad de informaciones. El computador personal convierte en innecesarias y anacrónicas algunos niveles de representación política, dado que posibilita la consulta en el hogar acerca de las opiniones personales en torno a ciertos problemas.
Como queda dicho, la ciencia histórica representa un valioso auxiliar en el empeño de cada uno de depurar la información que recibimos, sin importar cuáles sean los canales de transmisión y las fuentes de la misma. En primer lugar, el conocimiento riguroso del pasado -concretamente de un periodo determinado espacial y temporalmente- evitará en mejor forma el caer en posturas simplistas, esquemáticas o maniqueas sobre realidades actuales. En esto se debe ser consecuente: no se puede pensar que la sociedad y su historia es compleja en el pasado, pero al tiempo mitificar fenómenos modernos. Es quizá el caso de algunos analistas que al referirse al desarrollo experimentado por Japón destacan lo económico olvidándose del plano social. Otros limitan las razones del éxito japonés a sus peculiaridades culturales e idiosincracia, etc.
Otro elemento fundamental es el método crítico en historia, cuyos orígenes se remontan al siglo XVII cuando Mabillon publica su célebre De re diplomatica. De este método crítico no nos interesa, para efectos de la crítica de la información, la llamada crítica externa o de autenticidad, la cual tiene que ver con la fecha y lugar de origen del documento; por el contrario, la crítica interna o de fiabilidad es un valioso auxiliar. Como su nombre lo indica ella se ocupa de determinar el grado de fiabilidad del informante. Esto se logra a través del conocimiento que requerimos tener del informante, en cuanto a los objetivos que persigue al transmitir la información (y que están en relación con el destinatario de la misma), y los medios de adquisición y transmisión de los datos de que dispone. Tal vez pudo tener acceso a algunos medios, pero no los usa por alguna razón. También hay que considerar el bagaje (conocimientos) del informante, y la posición social (política, de clase, etc.):
"La posición social del informante, y especialmente su status de clase, determina en gran medida su sistema de valores (aunque sus experiencias individuales y emocionales juegan un papel considerable), que a su vez está detrás de los objetivos que le guían en su comportamiento informativo." (Topolsky, pág. 345)
En el caso específico de determinar la fiabilidad de determinado periódico, sería ingenuo centrarse en la información sobre el editor olvidando la referente a quién o qué (partido político, grupo social, etc.) patrocina su publicación.
Evidentemente es harto difícil, merced a la precaria información recibida y la creciente complejidad de los procesos sociales, estar al tanto con mediana objetividad de los hechos que van sucediéndose, pero al menos la historia nos enseña a dudar críticamente de lo que leamos, veamos o escuchemos. De esta forma la historia contribuye a la formación de ciudadanos de juicios más libres y menos atrapados en las redes de las ideologías.
REFERENCIAS:
Bloch, Marc, Introducción a la historia, México, F.C.E, 1952.
Duby, Georges y Lardreau, Guy, Diálogo sobre la historia, Alianza Editorial.
Topolsky, Jerzy, Metodología de la historia, Madrid, Ed. Cátedra, 1985.